domingo, 17 de agosto de 2014

Aleja el miedo.

Tú eres el dueño de mis demonios, de aquellos que poco a poco me consumen, que me enloquecen, de todas esas pesadillas que no quiero que se realicen, de todas esas noches en las que el insomnio es el único compañero... aunque ciertamente no sea el mejor.

Eres el dueño de esas noches frías, de esa locura y ese miedo que me desgarra, de esas lagrimas que resbalan por mis mejillas, de todos estos nudos en la garganta.

¿No ves que la única cura son tus labios? ¿No ves que el único capaz de derrotar este miedo es tu amor? Es la luz que me guía, la luz que me alumbra y acompaña mis pasos. Pero cada vez que te alejas, que te marchas o callas esa luz empequeñece y hace que las tinieblas me absorban poco a poco, me arrastran y me hacen callar.

Y cuando regresas, cuando al fin vuelvo a estar en tus brazos, cuando me dices que tu amor me pertenece, que eres solo mío y que es solo mío, otra vez todo vuelve a brillar, otra vez creo en los cuentos de hadas, en los cuentos de princesas que tienen un final feliz... aunque este tarde en llegar.

¿Cómo puede el amor llegar a ser así? No soy la primera que se hace esa pregunta y mucho menos seré la última. Sólo sé que es algo irracional.

Derrumba el miedo, alejalo de mi, cobijame en tus brazos y dejame ser mas fuerte a tu lado, crecer contigo, vivir contigo, soñar contigo... no te marches más, esta vez no, porque temo pensar que un día deje de encontrarte, que esas miradas ya no sean para mi, que esos brazos ya no cobijen mis miedos sino los de alguien más.

Quedate conmigo, que quiero creer en mi capacidad para ser feliz... para hacerte feliz. Para construir una vida juntos, un mundo juntos... si es necesario todo, así sea por generación espontánea... pero juntos.

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