lunes, 5 de marzo de 2012

El peligro de no sorprendernos.

La inocencia de los primeros años se va perdiendo con el tiempo, ¿también las ganas de aprender?, ¿y el deseo que llega al amanecer de ser un poco mejores cada día?
América es hermosa, es inteligente, carismática, ayuda a la gente que esta a su alrededor, ella se sabe bella en el interior y en el exterior, es a quien se clasificaría como una buena persona. Pero a pesar de todo, las horas en el trabajo se pasan lentas mientras ella escribe cartas a ejecutivos en la computadora, mientras oye a las compañeras chismosear y viborear, mientras contesta el teléfono y pasa las llamadas.
"El trabajo no es malo, tengo buen sueldo, no me explotan demasiado" es lo que diariamente se repite cada vez que acude al baño para mojarse un poco la cara, pero hay algo que la hace sentirse... si no vacía, si extraña.
Ella lo sabe, no se trata de ningún vació emocional ni de ningún drama, pero en su interior hay algo que no esta conforme, no tiene nada que ver con esa aspiración a la grandeza que todos tenemos y que a veces vemos frustrada, tiene que ver con sentirse conectada al mundo, con sentirse parte del mundo.
Así pasan todos los días, todas esas horas de oficina, todos esos momentos esclavizados por los malos habitos, enjaulados por la poca sorpresa que se puede encontrar en los rostros de la gente, en sus actitudes... y cada hora se va haciendo mas oscura, mas gris... hasta que llega el momento de partir a casa.
Cuando terminan las horas de trabajo América recorre el camino a casa, camina despacio, tocando las paredes, los troncos de los arboles que encuentra en su camino, escucha la risa de la gente, los gritos de otros, mira lentamente como el cielo se oscurece... y llega a un parque, llega al parque que le trae tantos recuerdos y poco a poco siente como se libera, se sienta apoyada en un árbol, siente el pasto entre sus manos, escucha a los pajaros que parecen un poco alterados, ve las flores, los colores, todo lo que le rodea se magnifica, es el momento de la sorpresa, de desestresarse y sobreponerse al día de oficina, para llenarse de valor, de color y de inocencia y luchar contra la capacidad robótica que poco a poco se adquiere, para poder reír o llorar de veras, para cantar por gusto, para ser feliz.

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